LA COMPLEJIDAD EMPRESARIAL
Por: Julián Alberto Uribe Gómez
Se usa la expresión complejidad para referirse al estado en el cual muchos factores diferentes interactúan entre sí. Sin embargo, no hay acuerdo ni definición claramente valida sobre este término, optándose por sinónimos, como comportamiento complejo.
Son precisamente estos comportamientos encontrados en cada uno de los factores o entidades, llámese hormigas, neuronas, ciudades o comunidades, lo que los hace complejos en sus interrelaciones. Es por esta razón que medir la complejidad se ha tornado una tarea ardua. No obstante, las áreas afines a la computación, tratando de definir la complejidad han buscado el modo de medirla, y esto lo han logrado a través de ver todo como información cuantificable.
Una de las formas halladas para medir el nivel de complejidad de un conjunto de factores ha sido responder la siguiente pregunta ¿cuánta información se requiere para describir este sistema? Esto ha conducido a matematizar y simular procesos computacionales, esto ha significado que un sistema se puede representar como un algoritmo, es decir, un programa de computadora.
Ahora bien, al hablar de empresas y los factores que la componen, esta se puede ejemplificar y entender como una tela, donde las fibras o áreas no están dispuestas al azar, sino que están organizadas en función de una unidad sintética en la que cada área contribuye al conjunto. Por lo tanto, la empresa es un fenómeno que no puede ser explicado por ninguna ley simple y determinista, así muchos procesos y áreas empresariales construyen, integran o adaptan paquetes para el manejo de su información, siendo esta una fuente altamente requerida y necesaria para el entendimiento de los procesos. La complejidad entonces explica cómo cada área genera información para definirse en un entramado conjunto con otras áreas, para lograr su máximo desempeño. Esto significa visualizar la empresa como un sistema (ver figura 1).
Las empresas ya sean productoras de bienes o servicios, son organismos con procesos de retroalimentación, es decir, ellas auto-producen, se auto-organizan, se auto-mantienen, se auto-reparan frente a situaciones de cambio, y de acuerdo al manejo administrativo que tengan pueden auto-desarrollarse.
Figura 1. Sistema empresarial. Elaboración Autor.
Para entender la complejidad empresarial es necesario comprender los tres tipos de causalidades que se generan al interior de la empresa:
· Causalidad lineal: con la calidad del producto, aplicando un proceso de transformación, se produce un objeto de ventas. El proceso genera una causalidad lineal, es decir, “tal cosa, produce tales efectos” (ver figura 2).
Figura 2. Ejemplo causalidad lineal. Elaboración autor
· Causalidad circular retroactiva: un proceso empresarial necesita ser regulada. Debe llevar a cabo su transformación en función de necesidades externas, de su calidad de producto y de su calidad deseada; sin embargo hacerlo bien o mal, administrar los procesos bien o mal, influyen positiva o negativamente en la calidad de la empresa (ver figura 3).
Figura 3. Ejemplo Causalidad retroactiva. Elaboración autor.
· Causalidad recursiva: en este caso los efectos y las causas son necesarios para el proceso que los genera, porque implica una retroalimentación de acuerdo a los resultados obtenidos (ver figura 4).
Figura 4. Ejemplo Causalidad recursiva. Elaboración autor.
Las empresas como organismos complejos se encuentran fuertemente ligados a su entorno y se organizan de acuerdo a las dinámicas de su mercado, el cual es un fenómeno con características similares, es decir, organizado y aleatorio. De esta manera, la empresa se encuentra fuertemente ligada a dos paradigmas: el orden y el desorden. El primero se concibe como todo aquello que es repetitivo, constante e invariable; por su parte el segundo está ligado a la irregularidad y la desviación con respecto a una estructura dada. Las empresas constantemente se encuentran oscilando entre ambas estructuras, puesto que el orden permite tener unos lineamientos y una estructura organizativa sólida, pero al mismo tiempo el desorden incentiva el desarrollo de la estrategia, la autonomía, la evolución y el cambio.
Al fluctuar la empresa entre el orden y el caos surgen dos efectos bastante importantes, por una lado se encuentra el programa que responde al orden empresarial, esta es entendida como una secuencia de acciones predeterminadas que deben funcionar en circunstancias que permitan el logro de objetivos, sin embargo éste sólo funcionaría en el caso de que dichas circunstancias sean favorables para la organización. Por otra parte, surge la estrategia como respuesta al desorden o caos, esta permite elaborar escenarios de acción posibles, preparándose al suceso de algo inesperado o aleatorio.
De acuerdo a lo anterior, el programa permite explorar campañas basadas en la economía, puesto que busca ahorrar tiempo y recursos al momento de atender a las necesidades de la empresa, pero con la limitante de que sólo funciona en situaciones ideales, mientras que la estrategia permitirá plasticidad y capacidad de adaptación ante sucesos adversos que son muy comunes en un mercado tan cambiante como el actual.
Referencias consultadas
Morin, E. (2018a). El paradigma de complejidad. Retrieved December 20, 2018, from http://docplayer.es/1870397-El-paradigma-de-complejidad.html
Morin, E. (2018b). La complejidad y la empresa. Retrieved December 20, 2018, from http://docplayer.es/20887857-La-complejidad-y-la-empresa.html
Sametband, M. (1999). Entre el orden y el caos: la complejidad (Primera Ed). Fondo de Cultura Económica.
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